14 de enero de 2010

Era un bello país el de la infancia~


Era la infancia. Era la noche larga, y la ropa puesta sobre la silla del dormitorio se agrandaba en la oscuridad mientras nos crecía el miedo en el estomago. Y para colmo habíamos estado hablando de fantasmas, habíamos estado alumbrándonos la cara con la linterna de papa, cuya luz, desde abajo, volvía los ojos diabólicos... Seguramente habíamos hecho muchas cosas para que el demonio nos tirara de los pies, entonces nos envolvíamos en la manta, aunque nos muriéramos de calor.
Era la infancia... y por eso el sueño era piadoso llegaba pronto y repentino, evaporaba los temblores y volvía dulces y buenas las noches.
Teníamos esa manía de destrozar los bombones, los apretábamos para ver que había dentro; si era duro turrón o moreno chocolate, nuestras bocas rumiaban largo rato su sabor. Pero los de "pasta de dientes", esa blanca menta, que parecía gustarle tanto a los mas grandes, nos repugnaban y caían distraidamente al suelo y quedaban largo tiempo en un rincón, hasta que una limpieza general los descubría. ¿Y los permisos? Pregúntale vos. No, vos. La vez pasada le pregunte yo. La hora del cine se acercaba peligrosamente, y al fin, unas vocecitas nerviosas arrancaban un permiso que nunca era si de si, sino un si internado como un carozo dentro de una densa fruta de titubeos.
Era la infancia. Barquitos de papel que flotaban en el agua de la vereda. Chicles masticados pegados en los travesaños de las sillas o debajo de las mesas. Tentarnos de la risa sin saber porque. Un caracol que nos trajimos del mar en el verano que despues escuchábamos por turno, maravillados, esperando que tal vez un pececito plateado nos saltara a la oreja.
Nos decían nuestro nombre en diminutivoencendían velitas sobre las rosas de azucar en nuestro cumpleaños. 
Era un bello país el de la infanciaUn país con misterios y temores, con muebles que nos parecían mucho mas grandes, y personas adultas que pellizcaban tan fuerte nuestras mejillas...
Era un jardin que no se amarilleo nunca. Era un jardín la infancia; un jardín en el que juramos no crecer, pero crecimos... En el que juramos no llorar, pero lloramos... Era un jardin al que volvemos, a veces, con nuestros pasos de mujer, para ponernos zapatitos de nena y correr entre los canteros, correr tras mama que nos sonríe, y nos dice nuestros nombres en diminutivo... Solamente ella en el jardin al que llegamos cuando tenemos muy lleno de pesar y de nostalgia el corazón.


You only live once~

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